De los inicios hasta la Reconquista
No existe una clara unanimidad sobre el lugar en el que comenzaron a realizarse los primeros cultivos de vid en España y quienes fueron los que introdujeron las técnicas de elaboración del vino. Diversas fuentes apuntan que los primeros viñedos se habrían asentado en el litoral sudoccidental andaluz constituyendo el punto de entrada y el lugar de las viñas más antiguas de España.
Esta teoría parece ser la más probable, y está avalada por la presencia de los fenicios en la península hace alrededor de 3.000 años. Este pueblo comerciante fundó un puerto en el sudoeste al que llamaron Gadir (Cádiz, en la actualidad). Después se trasladó tierra adentro, creando otra ciudad llamada Xera (ahora Jerez en cuyas montañas circundantes plantaron vides. El clima cálido de la zona favoreció la naturaleza fuerte y dulce de los vinos, lo que les permitía soportar muy bien los viajes. Este hecho, unido al espíritu comerciante de los fenicios, supuso que ya en el comienzo de la era cristiana, los vinos españoles se convirtieran en una de las mercancías más comunes en los intercambios comerciales del Mediterráneo y norte de África.
Serían los romanos los que continuarían la producción de vinos en la península, para lo que incorporaron sus métodos particulares de elaboración. Entre ellos destaca la crianza en ánforas de barro situadas en estancias altas y soleadas, y cerca de chimeneas. Al parecer, los caldos obtenían así texturas, sabores y fragancias de frutas y flores e, incluso, ahumados muy apreciados. La necesidad de abastecer al vasto imperio y sus legiones contribuyó a intensificar el ya notable tráfico comercial que habían alcanzado los vinos españoles.
El declive del Imperio Romano y la posterior invasión bárbara supuso un freno en el desarrollo de la viticultura en España. Las primeras hordas germánicas destruyeron muchas plantaciones de vid. Posteriormente, la llegada de los visigodos a la península contrarrestó la acción de los bárbaros. Mucho más civilizados que sus predecesores por el contacto con los romanos en las provincias limítrofes del Imperio, concedieron una gran importancia a la viticultura.
La llegada de los árabes en el siglo VIII también se tradujo en algunas dificultades para el desarrollo de la vid y la elaboración del vino debido a la prohibición coránica de consumir bebidas fermentadas y alcohólicas. Pese a ello, el cultivo de la vid continuó e, incluso, se mejoró durante el periodo de dominación musulmana. La primera causa se encuentra en la propia uva como fruta y su zumo: no había motivos para prohibir su consumo ni tampoco el del mosto sin fermentar. Por lo tanto, no se podía impedir su cultivo, al menos para los no musulmanes. La segunda causa es la conocida permisividad de algunas dinastías más liberales hacia los cristianos dominados, a los que permitieron continuar con el cultivo de sus viñedos y la elaboración del vino, sobre todo en los monasterios.
Sin embargo, no sería hasta después de la Reconquista por parte de los Reyes Católicos cuando se produciría el despegue definitivo de la vinicultura. Las comunidades religiosas y los monasterios que se fueron restableciendo jugaron un importante papel ya que serían los monjes y frailes los que más se afanaron en recuperar la tradición vinícola. El vino era un elemento imprescindible para sus ritos religiosos, aunque no se conformaron con el necesario para su culto, sino que se encargaron también de abastecer sus bodegas para alegría de los lugareños y peregrinos. De este modo, las viñas comenzaron de nuevo a florecer alrededor de los monasterios y abadías para extenderse posteriormente a otros terrenos.
A lo largo de los siglos siguientes el vino se convirtió en un alimento esencial en la dieta de la época, a lo que se unió la posibilidad de comercializarlo en lugares distintos a los de su producción. Este desarrollo de los flujos comerciales potenció el nacimiento de las distintas regiones vinícolas y se produjo así un considerable trasiego de municipios y regiones que se turnaron en el abastecimiento de vino a la Corte.
El siglo XIX es crucial en la industria vinícola española. Aunque tímidamente, comienzan a implantarse algunas reformas que tienen como objetivo la mejora de la calidad del vino y se implantan nuevas técnicas industriales de elaboración del vino que sustituyen a las tradicionales artesanales. Por otro lado, la desgraciada llegada de la filoxera al norte de Europa, que devastó progresivamente los viñedos a mediados de siglo, contribuyó a consolidar la vinicultura en España. Muchos vinateros franceses se establecieron al otro lado de los Pirineos como única forma para continuar con su medio de vida y trajeron consigo sus variedades de uva, maquinaria y métodos, entre los que destacaban la disposición de las cepas, el control de la fermentación o el sulfitado. Algunas de las plantaciones de Cabernet-Sauvignon y Merlot existentes en la actualidad en La Rioja y Ribera del Duero proceden de este tiempo.
Sin embargo, a finales del siglo la plaga terminó afectando a la península. Afortunadamente, en aquel momento ya se conocía la solución para acabar con ella: injertar sobre patrón americano, inmune a la plaga, con lo que la recuperación de las viñas y su producción resultó menos traumática que otros países europeos.
Ya en el siglo XX, la industria vinícola tuvo que enfrentarse a dos nuevos desastres. La Guerra Civil condenó a la viña al abandono y cuando el enfrentamiento acabó, la II Guerra Mundial supuso la paralización del mercado europeo del vino. Ambos sucesos supusieron un nuevo y duro golpe para el sector, que sólo a partir de los años cincuenta empezó a recuperar la normalidad. Desde entonces, las reestructuraciones de viñedos y la renovación y modernización de los procedimientos de elaboración y bodegas han caracterizado la actuación de los viticultores y vinicultores españoles, hasta situar a los vinos de España en igualdad de condiciones competitivas que los foráneos, tanto en el mercado nacional como mundial.
La revolución silenciosa
La transformación de la imagen y calidad de los vinos españoles durante el último cuarto del siglo XX ha sido notable. Un grupo de esforzados pioneros empezaron a introducir y aplicar las nuevas tecnologías vinícolas acordes con la modernización mundial del sector. Especialmente en los últimos años, una nueva generación de maestros vinícolas ha sabido unir tradición y calidad con innovación dando lugar a caldos únicos de calidad inigualable que están conquistando el mercado mundial.
Según datos elaborados por la FEV actualizados hasta febrero de 2006, durante los dos primeros meses del año se han exportado un total de 201,95 millones de litros por un valor de 203, 71 millones de euros.
Durante los dos primeros meses de 2006, el volumen total exportado ha sido prácticamente el mismo que durante los dos primeros meses de 2005, aunque varía la evolución por tipos de producto. Así, aumentan las ventas exteriores de vino con denominación de origen un 9% hasta los 38 millones de litros, las ventas de vino de mesa envasado un 6,1% hasta los 34 millones de litros y las ventas de vino aromatizado un 22,7% hasta los 7 millones de litros. Por otro lado, caen las ventas de los vinos de mesa a granel un -7,7% hasta los 95 millones de litro y las de los espumosos y cavas un -4,4% hasta los 12 millones de litros exportados.
En términos de valor, se produce un aumento del 0,5%, con evolución similar por tipos de producto: aumentan los vinos con denominación de origen un 6,2% hasta los 102 millones de euros, los vinos de mesa envasados un 6,5% hasta los 24 millones de euros, y los aromatizados un 24% hasta los 5 millones de euros facturados. Registran pérdidas los vinos de mesa a granel un -6,8% hasta los 31 millones de euros y los espumosos y cavas con pérdidas de 5 millones de euros.
Por países, destaca el aumento registrado en Estados Unidos (+22,6% en valor y +12,6% en volumen) y en Reino Unido (+11,5% en valor y +13,8% en volumen). Caen las ventas hacia Francia (-19% en valor y -21% en volumen) y hacia Italia (-15% en valor y -27% en volumen), principales receptores de vino español a granel.
En definitiva, las estadísticas de los dos primeros meses de 2006, reflejan estabilidad en la evolución de las exportaciones españolas de vino, aunque cambia la evolución por tipos de productos: aumentan las exportaciones de los vinos con denominación de origen y vinos de mesa envasados y caen las ventas exteriores de vinos de mesa a granel.